9 ene 2012

A Carlos

 2009 La Rosaleda (Barcelona)

A Carlos

Hola Carlos.
He tardado un tiempo en escribirte porque no sabía que podía hacerlo. Así de simple. Me costó darme cuenta que cuando resulta tan difícil comunicarse, cuando pocas veces tu interlocutor es capaz de escucharte más allá de cinco minutos, queda un arma maravillosa: escribir.
Con un papel y el boli, o con un ordenador, esta forma es lo más parecido a una autopista. No hay interrupciones, tus pensamientos se plasman en pantalla a toda velocidad, a medida que nacen y, en mi caso, se valoran más que si hubiera intentado comunicarlos verbalmente. Aparentemente, es también una forma más mística y solitaria, pero cuando, pasadas unas horas o dias, tu entorno en pleno te comenta, o te llama por teléfono para agradecerte que les hayas despertado sus sentimientos, uno se da cuenta que ha llegado a la gente. A mucha más gente que en una conversación.
Sólo quería escribirte porque creo que te debía tributo y reconocimiento. Y más por la manera en que nos conocimos y se desarrolló nuestra amistad.
Nuestras esposas se conocieron primero. Se compincharon en su centro de trabajo y, con el tiempo, se hicieron amigas. Más adelante nos empujaron a escena a tí y a mí. Como Cuchi te presentó Olga. Como Cuchi te trataba Teresa. Para mí siempre has sido y serás Carlos.
Recuerdo que en la primera ocasión que tuvimos, aquella cena de Fin de Año que organizó la empresa de nuestras esposas, ya nos sentamos los cuatro juntos y tú y yo no paramos de charlar en toda la noche.
Cada vez igual. Eras un comunicador nato y te encantaba discutir y polemizar. Y a mi también. En ocasiones, nuestros puntos de vista eran tan distintos, tan contrarios, que acordábamos cambiar de tema. Pero siempre en un entorno educado, de mucho respeto y de mentalidad abierta, aquella propia de la gente que ha leido y ha vivido mucho. Era divertido porque cuando la conversación se terciaba demasiado suave y consentida, rascábamos hasta conseguir sacarle punta. ¡Qué buenos éramos discutiendo! ¡Cuánto aprendimos uno de otro!
Te encantaba el mar. Lo necesitabas para sentirte libre. Eras buen navegante y buen submarinista, Siempre consideré el submarinismo y ser bombero como dos profesiones especiales, ejercidas por gente muy especial. Hoy, me enorgullezco de tener estos dos grupos entre mis amigos.
El Salón Náutico de Barcelona era cita obligada para los dos y una excusa más para vernos. Nos llevaba todo el dia. Soñábamos que lo comprábamos todo, mientras me explicabas secretos de navegación, de esloras, franco bordos, motores, velas y pies de pato. Te lo confieso, la primera vez me sonó a chino. No era mi tema. Pero llegó un año en que algunos puntos hasta te los pude discutir. Ya no he podido volver sólo a este Salón.
Como a mí, te apasionaba el motor. Todo mi entorno huele a gasolina. !Que le voy a hacer! Es una pasión que me puede a mí y a los míos. Que te podía a tí también. Vimos juntos algunas carreras y rallyes y no nos perdimos nunca el Autoretro de Barcelona. Máquinas antiguas restauradas, brillantes, en perfecto estado de funcionamiento. Qué placer verlas renacer. A pesar de tu corta edad, apreciabas los ancestros. Era un signo más de tu inteligencia. Soñabamos con comprarnos dos Harleys para salir juntos por ahí y disfrutar de la vida. Yo te metía prisa en este tema porque era bastante mayor que tú y no quería que se me acabara el tiempo. A tí se te acabó primero y no pudimos cumplir este sueño.
Recuerdo tu simpática y original teoría que me volcabas cuando yo me quejaba de unas amistades de toda la vida que empezaban a sacarnos de quicio a Teresa y a mí por su manera tan snob de vivir la vida. Me decías que "no hay un mal producto, sinó una mala compra" Tu no llegaste a verlo, pero conseguí entender tanto estas palabras, que acabé aplicándolas. Hoy ya no estamos con ellos y creo que hemos ganado mucho en calidad personal. No sé cómo no me dí cuenta antes.
Recuerdo que muchas veces tenía que frenarte porque, aunque parezca imposible, aún eras más temperamental y expeditivo que yo. Tenías muchísima sangre en las venas. Tanta, que a tus 38 años tu corazón dijo basta. Durante el traslado que realizabas a tu nueva empresa, la que tú mismo creaste, su bombeo se detuvo. Te fuiste como los buenos, al pie del cañón. Y lo hiciste tal dia como hoy, un 28 de agosto de 2004, tres meses después que mi padre. ¡Qué dos pérdidas por Dios!. Creí que no lo aguantaba. Pero mira, te guste o no, algo tan anácronico y tan contrario, como son tu adiós y mi cumpleaños, quedarán unidos para siempre.
Recuerdo muchas más cosas, pero no quiero extenderme en exceso. Sólo me queda tranquilizarte porque Olga está perfectamente y jamás te olvidó un ápice y tu hijo Víctor, hoy convertido en un mocetón de 10 añotes, con una corrección y educación exquisitas heredadas de sus padres, sabe perfectamente quién eres y te recuerda con sosiego y cariño.
Teresa también.
Yo, además, te echo mucho de menos. Pero estoy feliz porque este tema tan peliagudo que es la muerte, junto con el redicho sexo de los ángeles lo hablamos muchas veces, hasta la madrugada. Los dos tenemos muy claro que morir es la última actividad que hacemos en vida y ya que todos tendremos que catarla, será mejor conocerla bien. Tantos y tantos temas pudimos compartir.........
Hoy, como hice todos estos años, celebraré mi cumple con toda la alegría, como corresponde, pero ya sabes que el primer brindis será para tí.
También fuimos rockeros y lo sigo siendo. Nos gustaba oir a Creedence Clearwater Revival. Fueron mis maestros cuando empecé a tocar el bajo y tú también llegaste a conocer muy bien su música. Te dedico una de sus canciones, en la que se habla de un tema que también nos preocupaba e indignaba frecuentemente.
Para tí y para los amigos que lean esta carta:
Fortunate son (CCR)
www.youtube.com/watch?v=JBfjU3_XOaA
Un "braso" muy fuerte, Carlos. Nos vemos.

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