9 ene 2012

Un pulso a la vida


Todos los mamíferos en sus primeros años de vida realizan variadas series de ejercicios y movimientos que son algo más que juegos.
La Naturaleza ha escogido esta fórmula para permitir que los cachorros aprendan jugando, sin darse cuenta, sin hacerse daño.
Gran parte del aprendizaje asimilado con estos juegos, con estas luchas aparentes, van a representar al futuro adulto la diferencia entre la vida y la muerte.
En el caso de los humanos también se cumple esta teoría, aunque, por fortuna para nosotros, nuestra supervivencia va a depender más de nuestro cerebro, de nuestra astucia, que no únicamente de nuestra fuerza. Fué esa astucia la que permitió descubrir el fuego a nuestros antepasados, a pesar de que algo de fuerza física tampoco les vino mal para superar ese entorno tan duro del Cuaternario (por cierto: hombres y dinosaurios no se encontraron jamás. Las películas también engañan).
El destino nos exigirá a todos, tarde o temprano, tener que aplicar algo de fuerza y mucha astucia para superar el gran contingente de situaciones delicadas que se nos presentarán a lo largo de nuestra vida adulta.
Y cuantos más conocimientos y experiencias hayamos acumulado y, sobre todo, procesado con corrección, con más soltura tomaremos las decisiones y con más soltura asimilaremos golpes fatales como el último acto que realizaremos en vida: nuestra propia muerte.
Esta pareja de cachorrillos que tuve la suerte y el placer de poder "pillar", ya están jugando a este juego, practicando lo que han visto a sus mayores.
Hoy es un reto de pura fuerza, pobrecillos!!!
Mañana lunes, sus cerebros continuarán su aprendizaje en la escuela y también fuera de ella.
Pasado, quizá tengan que decidir.
Por difíciles que sean esos pulsos que nos irá ofreciendo nuestro propio destino, no nos quedará otra que recoger el guante e intentar doblegarlo.
La huída hacia adelante es una cobardía que no nos va a servir de nada, porque al Sr. Destino siempre, siempre te lo vuelves a encontrar. Y tiene memoria.

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