28 ene 2013

El hombre que se enfadó con su sombra

 
    2013 Barcelona

Don Jaime llevaba 65 años conviviendo pacientemente con su sombra.
Dicho así, no es una situación que tenga nada de particular. Todos convivimos con nuestra sombra, desde antes de nacer y también después de muertos.
Pero el caso de don Jaime era distinto, muy distinto. Y también difícilmente explicable.
Este pobre hombre soportaba estoicamente una sombra muy diferente a las demás ya que gozaba de personalidad propia.
 
Cada vez que don Jaime paseaba, su sombra se quedaba rezagada, o le adelantaba de repente a gran velocidad, esperándole un poco más adelante mientras le saludaba con sorna. Si dormía, su sombra permanecía de pie. Cuando se levantaba, su sombra se disponía a yacer.
Una vez, incluso se atrevió a proyectarse en una pantalla de cine, moviéndose de izquierda a derecha y a la inversa, mientras don Jaime se deslizaba butaca abajo, avergonzado y escapaba del local a cuatro patas para no ser visto.
 
Además de sustos, vergüenza e inconvenientes esta sombra transgresora le había costado a don Jaime alguna carrera calle abajo, y también algún bastonazo, como aquella vez que paseando tranquilamente por las Ramblas de Barcelona, su sombra se empeñó en perseguir y seguidamente acompañar a una esbeltísima mujer, dotada con aquellas características curvas que en los años ’50 poseían las mujeres llamadas de “bandera”.
Por supuesto, al marido, pareja o lo que fuere que llevaba a su lado, no le hizo ni pizca de gracia el negruzco y plano intruso y siguiendo la proyección de la sombra, dio con el bueno de don Jaime, que paseaba unos cuantos metros más atrás mirando unas flores para regalar a su señora y completamente ajeno a la acción.
La sarta de bastonazos que recibió le hizo olvidarse de las flores y de su sombra, que permanecía apoyada en un poste de publicidad, mondándose de risa mientras él desaparecía por una bocacalle, perseguido por ese individuo de 1,80 m.
 
La vida de Don Jaime se sucedía sin demasiadas anécdotas excepto las relacionadas con su sombra.Yo que le conozco bien, os podría comentar muchas de ellas durante días, pero no quiero aburriros. Por eso paso a contaros lo más increíble de este relato:
 
Aquella soleada mañana de invierno don Jaime había salido a pasear, como hacía casi cada mañana. Pero este dia iba a marcar el final de una larga, pesada y agotadora etapa.
Desde que había dejado su casa, le daba vueltas en la cabeza una idea, que al final acabó por obsesionarle. Tanto, que al pasar por unos edificios de oficinas cuya fachada estaba enteramente formada por cristales y espejos, se detuvo frente a uno de ellos y se encaró a su sombra que permanecía sonriente en forma de reflejo en el cristal.
Era muy temprano y no había mucha gente por allí, quizá algún ciclista, alguien paseando a su perro y poco más, pero todos, incluso el pobre perrito dieron un respingo asustados por los gritos e improperios que empezó a escupir don Jaime contra su reflejo en aquel espejo.
Creo que esos más de 60 años sufriendo, se los vomitó a su sombra tan de golpe, que si hubiera sido tridimensional, la habría colgado hasta la coronilla.
Salieron al sol todo tipo de trapos, reproches, recuerdos de tantos y tantos malos trances pasados con aquella maldita proyección plana y estúpida de su ser.
 
Jamás se vio algo así, pero lo cierto es que su reflejo bajó la cabeza en un claro signo de humillación, sin abrir boca.
Don Jaime por fin le espetó lo que era de esperar: que hasta aquí habían llegado. Que no quería verla nunca más.
 
Y dicho esto, don Jaime se dio media vuelta y continuó su paseo. Su reflejo hizo otro tanto y se alejó en dirección inversa, cabizbajo y llevándose consigo la sombra de nuestro amigo, quien empezaba a darse cuenta que su respiración era ahora más tranquila.
Ese solecito invernal, además, le causaba placer y le calentaba lo necesario.
 
Don Jaime sonrió, seguramente por primera vez en muchos, muchos años y se alejó hacia el contraluz.

No hay comentarios:

Publicar un comentario