Este hermoso paraje natural, a la entrada de Arens de Lledó en Teruel, era vuestro espacio favorito para ti y tus amigas. Sobre todo en verano.
Os pasabais las horas nadando, buceando y tomando el sol en esta especie de piscina que el río Algars, afluente del Matarraña, ponía a vuestro alcance.
Cada vez que venimos a este pueblecito donde están tus raíces, nadie es capaz de privarte de tus diez minutos de paseo por aquí. Igual que hacía tu madre.
No nos decimos nada, pero yo te observo y me pasan mil películas por la cabeza. ¿En qué estarás pensando? ¿Cuántos locos recuerdos de juventud, cuántas aventuras con tu primer noviete, cuántas otras cosas desfilarán a buen ritmo por tu cerebro?
Mientras disfrutas del lugar, nunca falta aquella mirada, mezcla de miedo y reto a ese agujero entre las piedras, por las que te hartabas de bucear y en el que estuviste a punto de ahogarte al quedarte enganchada…
Tampoco puedes privarte de tirar al agua las piedrecillas que encuentras entre esas caprichosas rocas, a pesar de que ya quedan muy pocas y, en parte, gracias a ti…
Y esos paseos, casi saltitos, para esquivar los agujeros y hendiduras de ese paisaje lunar, que los años y el agua de este río ha ido trabajando… ¿para ti?
Pero el otro día fue distinto. Te quedaste sentada, mirando al infinito, con la mirada perdida. Me dijiste que te dejara unos minutitos para tomar el sol, antes de ir a dejar esas flores allí donde reposan las cenizas de tu madre, en un terrenito muy cerca del pueblo.
Te dejé a solas contigo misma. Estoy convencido que es eso realmente lo que querías esta vez. Y también sé en qué estabas pensando porque a lo lejos, te vi llorar.
No pensabas en tu madre, como sueles hacer cuando le llevas esas flores. Ahora pensabas en ti. Pocas veces lo haces, pero no pudiste evitar que el miedo escénico se apoderase de tu mente poquito a poco, pero con serenidad.
Sabes que esa intervención es como mínimo un alto en el camino que tú no quieres hacer. Creo que a nadie le apetecería. Pero también sabes, y eso espero que no lo olvides en ningún momento, que lo que te preocupa se acaba allí, en el quirófano. No pasa nada más. No hay nada más. Sencillamente, porque esta vez no es tu turno.
Tendrás que esperar. Y yo espero y deseo que sea mucho, mucho, mucho tiempo.
Te saqué unas fotos, porque me puede el vicio, y esperé tranquilamente a que quedaras en paz contigo misma. Y creo que te fue bien. Te lo noté en tu semblante y lo notamos luego en la mesa del restaurante tu ahijado y yo, cuando sin miramiento alguno te ibas comiendo tus raciones y lo que no pudimos salvar de las nuestras. Por cierto, el vino, bueno ¿no?
Te quiero. Y más, ahora.
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